“Nunca soplan los vientos para quien no sabe a dónde va”
Séneca
Tenía pendiente desde hace algún tiempo escribir la entrada del verano, concretamente desde que este dio comienzo. Hablar, cómo suele hacerse en muchos blogs de literatura infantil, sobre libros recomendados para que los niños y niñas pudieran leerlos durante las vacaciones estivales. Pero no he podido por dos razones de peso. Habrá quien piense que una es más pesada que la otra, pero las dos han sido las culpables de que haya tenido el blog veraneando sin ni siquiera avisar.
Si la primera razón os parece algo poética y espiritual; he estado muy entretenida soñando y viendo soñar a mucha gente menuda a mí alrededor. Ahí os va la segunda razón que es puramente terrenal; cayó un rayo cerca de donde yo escribía con la música de fondo de una gran tormenta y escacharró mi portátil, mi móvil y toda la conectividad con el mundo virtual.



Puede que al principio esto me fastidiara bastante, pero sólo fue al principio… porque en cuanto me repuse del susto y de la pequeña descarga que dejó mi mano derecha muy electrizada y algo dicharachera pensé que esto era una señal (ya estamos de nuevo razón con corazón) de la naturaleza siempre sabia para obligarme a deternerme un momento, olvidarme de todas las cosas que me unen al exterior y conectarme con mi interior. Para ser honestos debería contar que esto me pasó cuando ya llevaba muchos días soñando a medias y me disponía a realizar muchas tareas pendientes como la de actualizar el Blog. Pero es que soñar, o se sueña de verdad, o no se sueña.
¡El rayo me lo dejó muy claro!
El verano es siempre un momento donde muchos sueños se hacen realidad (viajar, conocer nuevas culturas, etc.), y donde solemos hacer propósitos para la vuelta al cole. Ya tenía mucho ganado entonces. Pero me dio por pensar por qué pasamos luego (casi sin anestesia) a esa vorágine de prisas, estrés, obligaciones y nos olvidamos casi al instante (quien no ha pronunciado o ha oído pronunciar ese “parece que no he estado de vacaciones” en el primer día de vuelta al trabajo) de todo lo soñado o deseado para nuestras vidas durante esos días viendo un atardecer en la playa, dando un paseo por la montaña o en lugares lejanos.
¿Por qué olvidamos nuestros sueños tan rápido y por qué no profundizamos muchas veces en ellos más allá de un deseo, de una esperanza de que ocurran cosas sin ni siquiera muchas veces hacer nada para propiciarlas o detenernos a analizar las debilidades y fortalezas con las que contamos para que esas cosas ocurran?
No tengo las respuesta, pero si un trabajo de campo fijándome en quienes más y mejor saben soñar: ¡Los niños!
Este verano A. D ha aprendido a columpiarse sola. Se ha pasado la mitad del verano ¡encoje, estira! ¡encoje, estira! muchas veces al día hasta que lo ha conseguido. Puede parecer algo sin importancia pero A.D tiene 3 años y para ella ha sido un logro enorme. Ahora, como ha conseguido su sueño veraniego se afana en conseguir otro sueño ¡montar en bicicleta como sus hermanos! y ya ha comenzado cada tarde a salir con su bici de madera para ir consiguiendo mantener el equilibrio.
D. quería perfeccionar el pino-puente para atrás y para delante porque en septiembre comienza sus clases de gimnasia artística. Después de todo el año haciendo el pino, la voltereta lateral a todas horas y en todos los lugares posibles, por fin lo ha conseguido. D tiene 6 años y no hay reto que se le resista porque se puede pasar horas y horas practicando cuando algo le gusta mucho.
R.B hace ya tiempo que sabe peinarse sola. Tiene 9 años y puede parecer que ya era hora. Pero R.B tiene un pelo afro abundante y maravilloso que es difícil de manejar para una niña sin ninguna ayuda (solo un poco a la hora de desenredar). Esto le ha empoderado y se siente feliz.
Ellos, al igual que muchos niños se han estado entrenando todo el verano para soñar. Son sueños para hoy, no para el futuro. ¿Por qué entonces no enseñamos muchas veces a los niños que pueden soñar también para el mañana? ¿Por qué no les invitamos a reflexionar en los obstáculos que se pueden encontrar en el camino? Sobre quien es uno y qué desea. Sobre lo que puede alcanzar y lo que necesita para lograrlo. Luego, el adulto que un día fue niño se olvida de soñar y de creer que puede lograr sus sueños si los persigue.
En esa vorágine de sueños; sueños infantiles, sueños velados, sueños a medio hacer… he descubierto este verano un libro maravilloso “Manual para Soñar” (Ed. Palabras Aladas) que es del que tenía intención hablaros hoy si no me hubiese puesto a soñar en voz alta.
Por ahora ya no puedo contaros más, será otro día. Ahora me espera la Fiesta del Verano y un montón de niños y niñas deseando compartir sus sueños conmigo y para los que llevo soñando muchos días con los preparativos de su fiesta.
Continuará…si el tiempo no lo impide.