“A esos locos altitos” Día Mundial del Profesorado (5 de octubre)

“Uno recuerda con aprecio a sus maestros brillantes, pero con gratitud a aquellos que tocaron nuestros sentimientos”.

Carl Gustav Jung

postal cole por delantePostal cole por detras

Esta preciosa postal la recibí allá por el año 1980. Me la enviaba la Madre Lucía, directora y maestra del colegio al que mi hermana y yo habíamos acudido desde infantil, y que tuvimos que abandonar por motivos familiares.

Siempre recordaré ese colegio, sus profesoras (la gran mayoría monjas pues era un colegio religioso) y las situaciones tan divertidas y especiales que viví allí durante mi vida escolar. También su disciplina férrea, en aquellos años en que era frecuente castigarte cara a la pared con los brazos en cruz llenos de libros, y en mi caso como era zurda (y digo era porque ahora soy diestra o ambidiestra mejor dicho), una compañera de clase debía darme con una regla cada vez que usase la mano izquierda.

Pero siempre tuve la capacidad de adentrarme en un mundo mágico que hacía de los lugares sitios donde dar rienda suelta a mi imaginación. Además, tuve la gran suerte de tener maestras cuyas acciones me inspiraron a soñar y fueron grandes aliadas.

Recuerdo especialmente a dos profesoras, la Madre Lucía y la Madre África, que hoy estaría muy contenta de saber que yo también tengo ahora una parte de su nombre en mi vida. Y con ellas viví alguna de las situaciones que más marcaron mi vida escolar, pues aún hoy recuerdo nítidamente estas dos anécdotas que voy a relatar.

Durante todo un curso tuve una curiosidad que nadie sabía responderme…Quería saber cómo tenían las monjas el pelo debajo del velo (lo que se conoce como griñón). A nuestros ojos eran todas iguales; sólo les diferenciaba su rostro, los zapatos; que cada cual llevaba de un estilo aunque casi todas tipo mocasines de los de entonces, y el mechón de pelo que sobresalía por su frente.

monja cara

Pero nadie sabía si el pelo lo llevaban corto, largo, rizado, recogido, con horquillas…aunque corría una leyenda en el colegio de que tenían el pelo largo hasta la cintura y algunas hasta los pies, y se lo recogían debajo del velo y por la noche se lo soltaban y cepillaban durante mucho rato. A mí esto me tenía maravillada, eran a ojos de todas las niñas del colegio (sí, era un colegio femenino) unas “Rapunzeles” del sacerdocio. Ahora entiendo la fascinación que sienten los niños hoy día por este personaje de la factoría Disney.

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Yo necesitaba saberlo, pero saberlo de verdad por boca de una de las monjas del colegio, y un día cargada de valor le escribí a la Madre África la siguiente carta (no es textual porque nunca me la devolvió) pero decía algo así:

Querida Madre África:

Espero que me perdone y no se enfade mucho conmigo pero tengo la curiosidad de saber cómo lleva el pelo debajo del velo.

Dicen en el colegio que las mojas tienen un pelo tan largo, tan largo que les llega hasta el suelo y yo cuando la veo escribiendo en la pizarra no hago más que imaginarme dónde puede guardar tanto pelo.

Con cariño. Begoña

Recuerdo que deslicé temblando la nota en su mesa y me fui corriendo al patio cuando sonó el timbre del recreo.

La Madre África no me dijo nada ni ese día ni en días posteriores. Para mi fueron una eternidad, y no hacía más que pensar en que algo nada bueno iba a traerme haber tenido ese atrevimiento.

Un día, a la hora del recreo, justo cuando iba con mi bocadillo al patio, me dijo:

  • ¡Vd. no, Srta. Flores!, venga conmigo.

Yo me fui tras ella temblando pensando que íbamos al despacho de la Directora y que luego iban a llamar a mis padres.

Todavía puedo recordar, e incluso sentir la angustia mientras caminaba por esos pasillos interminables llenos de aulas en aquella generación del Baby boom, donde éramos cuarenta y cinco en las clases y había clase A, B, C y hasta D.

El recorrido se me hizo larguísimo, y al cabo de un rato empezamos a transitar por caminos desconocidos para mí, una zona muy luminosa llena de cuartos que eran donde vivían las monjas (ellas vivían en el colegio y las profesoras no religiosas sólo acudían a dar clases).

Llegamos a una puerta y la Madre África sacó su llave y la abrió. Yo entré con los ojos muy abiertos fijándome en cada detalle de esa habitación. La maestra me dijo que me sentara en una silla y ante mi mirada atónita se descubrió el velo que le cubría la cabeza.

Yo me quedé muda. No podía decir nada. Ni rastro de ese pelo largo hasta la cintura. En su caso un pelo muy corto moreno.

-¿Ninguna monja tiene el pelo largo?- pregunté algo decepcionada.

Y me dijo que no, que todas lo llevaban corto. Aunque ella en su niñez si lo había tenido largo y me enseñó una foto antigua de su primera comunión.

Y después me dijo algo que nunca he olvidado:

  • ¡Está muy bien sentir curiosidad por las cosas que te rodean!

 ¡Nunca dejes de preguntarte cosas y ve siempre en busca de la verdad!

La segunda anécdota ocurrió un día que una compañera de clase me dijo en el patio que los Reyes Magos no existían y eran los padres. Yo tendría unos seis años.

Ese día estuve muy triste y callada en clase, cosa rara en mí que era muy parlanchina. Al terminar, la Madre Lucía me preguntó que me pasaba. Yo me puse a llorar, no podía creer que esa historia fascinante de los Reyes Magos de Oriente pudiese ser mentira.

Ella me dijo:

-¿Y tú que quieres creer? ¿Qué es verdad o que es mentira?

-¡Qué es verdad!-le contesté

Entonces ella me dijo:

  • Lo que tu creas nunca nadie te lo podrá quitar. Tus pensamientos te pertenecerán siempre.

Foto Begoña Reyes 001

Y así lo he sentido hasta hoy. Qué podría perder todo lo que tengo, pero lo que soy siempre estará conmigo. Y lo mismo pasa con el aprendizaje, es algo que ya nadie podrá quitarte.

Para mí, esas anécdotas y esas enseñanzas vitales resumen la esencia de lo que es un buen profesor. Alguien que con sus acciones te inspira para soñar. ¡Un despertador y agitador del conocimiento!

Alguien capaz de estimular tu curiosidad, con la dosis exacta de cariño, de paciencia, de sabiduría…

A lo largo de mi vida he conocido algunos maestros así, profesores que me han marcado y que siempre recordaré. Y también me gusta pensar que algunos me recordarán como la Madre Lucía. A día de hoy, tengo la suerte de que mis hijos están en manos de maestros  que como decía C.S Lewis, “no cortan selvas sino riegan desiertos”. Y sé que ellos no los olvidarán ni serán olvidados.

Los profesores de hoy día se enfrentan  a nuevos retos; diversidad en las aulas, diferentes modelos de familias y crianzas,  que los que había en nuestra época, que por regla general solíamos venir la gran mayoría de un modelo de familia tan uniforme como el propio uniforme que nos obligaban a vestir.

Por eso hoy, Día Mundial  del Profesorado, quiero rendirles un homenaje. A mis maestros, los de mis hermanos, los de padres, los de mis hijos, los maestros de todos los lugares del mundo que trasmiten cada día tantas cosas a los niños y niñas y que dejan un poso de conocimiento en ellos.

“La educación es el alma más poderosa que puedes usar para cambiar el Mundo” Nelson Mandela

 

¡Feliz Día Mundial del Maestro!.

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